martes, 25 de mayo de 2010

¿y el bosque don S.A.L?

La cada día mas debilitada función de locutor, continúa perdiendo espacios en el quehacer de su función especifica.
Aquellos profesionales de fuste que en 1943, se reunieron para recibir detalles del desfile militar del 9 de Julio en los cuarteles de
Palermo, y dar la puntada inicial de la Sociedad de Locutores, jamás hubieran imaginado este ocaso al que hoy esta expuesta la profesión que ellos forjaron y quisieron jerarquizar.
Nunca, Pedro del Olmo, Guillermo
Carám, Juan Bernabé Ferreira, Jorge Homar Del Río, Jaime Mas y Roberto Galán; hubieran permitido que los actos oficiales del Bicentenario, y las respectivas trasmisiones de radio y televisión, estuvieran a cargo de improvisados maestros de ceremonias, ajenos a la tarea especifica del locutor. Tampoco hubieran aceptado la inserción de la llamada (PNP) Publicidad No Tradicional, que impunemente realizan actores, periodistas, modelos, ¿…?mediáticos, etc.
Hoy, la Sociedad que debería bregar por cuidar los espacios inherentes al locutor, en ningún momento ha luchado por el cuidado de este aspecto, que permitiría generar fuentes laborales propias de la profesión del locutor. Desde la épica noche del Coliseo y desde la formación de la S.A.L., siempre la función del Maestro de Ceremonias, fue resorte exclusivo de los Locutores.
En los magnánimos ciclos en la rica historia de nuestra radiofonía, quienes ejercieron esa función fueron señores locutores, Jaime
Font Saravia, Ignacio de Soroa, Augusto Bonardo, Jaime Mas, Roberto Galán, Carrizo, Fontana, por nombrar solo algunos, de una interminable cartelera.
Puede, que quienes hoy tienen a su cargo el sello de esta asociación, sean
concientes que en las escuelas que dicen colegiar locución, solo se les enseña a cuidar el idioma inglés y la ubicación de voces en una misma gama de tonos y matices, colocándolos muy lejos de ejercer aquello que otrora, permitiera el lucimiento de nuestros ilustres locutores.
Mientras la S.A.L y los ya veteranos locutores
setentarios, siguen cuidando que un erudito en música, anuncie el titulo de una obra o lea una noticia, otros gozan del espacio propio y que ya, perdieron definitivamente.
O sea que, mientras cuidaban el
arbolito les talaron el bosque. Sigan así, pero cuidado, ¡al árbol hay que regarlo!